Según Luis
Hornstein* existen cuatro modalidades de
autoestima:
- Autoestima es alta y estable, el sujeto "no necesita defenderla", su autoestima "se defiende sola".
- Alta pero inestable, el sujeto "percibe como amenazas las críticas y los fracasos".
- Baja e inestable, está "a la espera de acontecimientos exteriores que la puedan elevar".
- Establemente baja, "se dedica a cuidar ese poco que le queda."
La autoestima es un estuario turbulento. De muchos ríos: la
infancia, las realizaciones, la trama de relaciones significativas, pero
también los proyectos (individuales y colectivos) que desde el futuro nutren el
presente. La hacen fluctuar la sensación (real o fantaseada) de ser estimado o
rechazado por los demás; el modo en que el ideal del yo evalúa la distancia
entre las aspiraciones y los logros. La elevan la satisfacción pulsional
aceptable para el ideal y la sublimación. También la imagen de un cuerpo
saludable y suficientemente estético. Intentan socavarla, simultáneamente, la
pérdida de fuentes de amor, las presiones superyoicas desmesuradas, la
incapacidad de satisfacer las expectativas del ideal del yo. Sin olvidar las
enfermedades y los cambios corporales indeseados.
Las bases de la autoestima se establecen en la infancia,
pero la autoestima va variando en las otras etapas de la vida.
El síndrome del impostor es crónico en personas con baja
autoestima que piensan que no merecen el reconocimiento logrado. Para ellas, la
verdad es otra y en algún momento saldrá a la luz. ¿Quién soy? ¿Cuáles son
mis cualidades? ¿Cuáles son mis éxitos y mis fracasos, mis habilidades y mis
limitaciones? ¿Cuánto valgo para mí y para la gente que me importa? ¿Merezco el
afecto, el amor y respeto de los demás? ¿Estoy trabajando bien? ¿Descuidé a mis
personas queridas? ¿Mi vida es acorde con mis valores?
Para cada uno hay un entramado de proyectos que son
com-partidos o compartibles y que implican el reconocimiento del otro. Ese
entramado está siempre renovándose y de él deriva la autoestima. Como los
proyectos son muchos y los reconocimientos difieren, es posible tener una buena
autoestima en el terreno intelectual y una frágil en lo afectivo. Es difícil
que fracasos y logros no irradien sobre otros sectores. Las bases de la
autoestima se establecen en la infancia, pero la autoestima va variando en las
otras etapas de la vida. Incluso en una misma etapa, puede ser más o menos
alta, más o menos estable. La autoestima es alimentada desde el exterior.
Se podrían comparar las estrategias de inversión con las
que usamos para la autoestima. La cantidad y calidad del amor recibido durante
nuestros primeros años constituye un capital inicial. Los "grandes
inversores", que disponen de un importante capital de salida, realizan
inversiones que suponen cierto riesgo, pero que pueden generar muchos
beneficios. Los "pequeños ahorristas" temen perder lo poco que poseen
si corren riesgos; invierten con prudencia. De ese modo, sus beneficios están a
la altura del riesgo: son bajos. Aplicado a la autoestima, este modelo
"financiero" permite,
comprender por qué las personas con alta y baja autoestima utilizan
estrategias distintas.
Las primeras tienen una actitud más audaz ante la
existencia: corren más riesgos y toman más iniciativas, y obtienen mayores
beneficios. Los segundos, son más precavidos y prudentes: se muestran
reticentes a correr riesgos. ¿En qué grupo te encuentras?
Alicia E. Kaufmann es Catedrática de Sociología.UAH. en Mujeres & Cia
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